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¿Pasas la prueba del pan y el queso?


Detectar las mentiras en la comunicación humana no es una tarea sencilla. De hecho, resulta muy complicado en la mayor parte de las ocasiones. Los condicionantes sociales de lo que resulta (o no) apropiado decir nos empujan con frecuencia a lo que denominamos "mentiras piadosas".

La respuesta casi obvia "Muy bien, gracias" a la pregunta "¿Qué tal estás?" puede emitirse en uno de tus peores días, sencillamente porque en esa circunstancia no quieres decir lo que piensas o lo que sientes. Puede ser un engaño, sí, pero no demasiado preocupante, ya que se trata sin más de una fórmula de protección personal.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando utilizamos el engaño intencionadamente para obtener beneficios que de otro modo no podríamos obtener? La mentira así entendida ya no se considera aceptable desde el punto de vista social.

Jaume Masip define la mentira como "un intento deliberado, exitoso o no, de ocultar, fabricar y/o manipular de cualquier otra forma información factual y/o emocional mediante su conducta verbal y/o no verbal, con el objetivo de crear o mantener en otro u otros una creencia que el propio comunicador considera falsa".

Y esa información intencionadamente falsificada no es fácil de reconocer, porque son tantos los elementos y los factores que se combinan en cualquier acto comunicativo que nuestras habilidades de interpretación pueden verse muy alteradas, máxime si lo habitual es tender a detectar pocas mentiras, pues los especialistas señalan que tenemos una visión sesgada hacia la verdad.

Existen análisis -incluso publicaciones dedicadas en exclusiva al tema- que se centran sobre todo en la observación de la coherencia entre el lenguaje verbal y no verbal, o en determinados aspectos del propio lenguaje: intervenciones más cortas y con menos detalles, respuestas indirectas a preguntas, tono más alto de voz...

Pero ni el observador más experto está libre de equivocarse y tomar como mentira lo que no lo es, o por verdad lo que es un engaño absoluto. Por esto, además del análisis de indicadores verbales y no verbales, desde hace casi un siglo se intentan medir indicadores psicofisiológicos a través de máquinas detectoras de la verdad, el conocido polígrafo.

Parece ser que el primer polígrafo fue inventado por Leonarde Keeler en 1938, pero aún hoy no presenta validación científica alguna, pese a su popularidad que lo hace estar presente hasta en shows televisivos.

Obviamente, el intento de descubrir la verdad no es una preocupación reciente en la historia humana. Así, uno de los procedimientos más habituales en el mundo judicial desde la Antigüedad hasta bien avanzada la Edad Media fueron las ordalías o "juicios de Dios". Como explica en su tesis doctoral Hernán Alonso, "las ordalías consistían, básicamente, en someter al sospechoso de engaño a una peligrosa prueba. Si salía indemne de la misma, su inocencia quedaría entonces probada; de lo contrario, sería juzgado culpable y ajusticiado".

Para Francisco Tomás y Valiente, las ordalías consistían en "...invocar y en interpretar el juicio de la divinidad a través de mecanismos ritualizados y sensibles, de cuyo resultado se infería la inocencia o la culpabilidad del acusado. No cabe duda del carácter mágico e irracional de estos medios probatorios".

Entre la ordalías más conocidas están las relacionadas con el fuego y con el agua, ya sea a través de hierros al rojo, agua hirviendo, agua fría, etc., con distintos procedimientos y maneras según épocas y lugares.

Pero a mí me llama especialmente la atención una ordalía -parece que frecuente en la Francia medieval- relacionada con alimentos, más en concreto con pan y queso. Según Ignasi Terradas, esta ordalía "consistía en engullir sin problemas una porción de pan y queso. El pan debía ser pan moreno de cebada, seco y sin levadura; y el queso de oveja, o también de cabra, elaborado en primavera y seco".

La creencia era que si el acusado era culpable, el arcángel Gabriel obstruiría su garganta de modo que no pudiera tragar.

Nervioso, ante un tribunal constituido en una iglesia, quizás culpable o quizás no, ¿tú pasarías la prueba del pan y el queso?

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