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¿Infantilizamos a nuestros mayores?


Las sociedades occidentales avanzan de manera inexorable hacia un envejecimiento progresivo. Las cifras de población anciana superarán en algunas regiones a cualquier otra edad en pocos años.

Así, un reto fundamental de las próximas décadas será cómo gestionaremos esas sociedades desde todos los puntos de vista: político, económico, social, educativo, sanitario, también comunicativo. Ese envejecimiento poblacional nos obligará a plantearnos modelos de atención globales que eviten o luchen -si es necesario- contra el llamado 'edadismo', es decir, la discriminación por edad.

Son abundantes los estereotipos negativos en torno a las personas mayores en relación con sus habilidades comunicativas, a partir de los problemas cognitivos o perceptivos que se les suponen, acertada o erróneamente.

El mayor o menor grado de dependencia de los ancianos (con respecto a la población adulta general) produce en muchas ocasiones un trato paternalista sustentado en prejuicios que dan por supuesta una especie de 'discapacidad', que impulsaría la necesidad de adaptar el mundo a sus capacidades 'disminuidas'.

Y uno de los campos en el que más afectan estos estereotipos -y más fácilmente observable resulta porque nos afecta a todos- es el de la comunicación tanto verbal como no verbal.

¿Estamos infantilizando a nuestros mayores cuando interactuamos con ellos? ¿Utilizamos el conocido como 'elder speak' para dirigirnos a ellos?

Acomodar la comunicación a nuestros interlocutores es fundamental para que se produzca la propia comunicación. El problema aparece cuando sobreacomodamos, más allá de lo necesario, nuestra forma de hablar, como ocurre también con el 'baby talk' (del que ya hablé en otra ocasión).

El 'elderspeak', en este sentido, supone dirigirnos a los ancianos con un lenguaje infantil, que utiliza frases cortas, expresiones muy simples, un volumen más alto de lo habitual y una simplificación general de las estructuras lingüísticas y gestuales.

La consecuencia más evidente de su uso es que reduce las posibilidades de conversación de los mayores, lo que merma su independencia y satisfacción personal, de modo que se acaba produciendo una situación de discriminación social.

Miguel Ángel Vázquez, presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría, va aún más allá y considera que el uso de este lenguaje infantilizado supone una microagresión habitual hacia las personas mayores y, lo que es peor, una microagresión socialmente aceptada. En su opinión, esto provoca una situación muy grave porque "los estereotipos hacia las personas mayores ofrecen una imagen social y cultural muy distorsionada de este grupo de edad".

Una mayor conciencia social sobre estos estereotipos produce que la adopción de este 'elder speak' por parte de cuidadores de centros geriátricos empieza a ser considerado como una mala praxis profesional o incluso un maltrato. Porque la infantilización deforma y manipula las posibilidades comunicativas de los ancianos.

Quiero terminar con un vídeo elaborado por Lucía Pardo para su blog Sumando canas, un resumen muy ilustrativo de las ideas clave sobre esta comunicación degradada (y degradante).

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