top of page
Buscar

El flautista de Hamelín: la seducción y la comunicación política

  • Pedro Luis Menéndez
  • 31 ene 2017
  • 2 Min. de lectura

¿Qué ocurre cuando la seducción en la comunicación se pone al servicio de la manipulación y el engaño? ¿Resulta posible detectarlos o debemos confiar en la suerte o en nuestra intuición mejor o peor dirigida?

Todos conocemos la historia del flautista de Hamelín: la venganza del flautista con los habitantes del pueblo se concreta en la desaparición de 130 niños, arrastrados y subyugados por su música. Sólo se salvan un niño cojo que no puede seguir a los demás, otro sordo que al principio sigue a los demás por curiosidad y luego vuelve al pueblo, y un tercero ciego que se pierde en el camino.

La figura del seductor que domina el arte de la persuasión puede resultar fatal en nuestras relaciones personales, una figura muy tratada en el mundo de la literatura a través del mito del Don Juan, reflejado en multitud de personajes cercanos al tópico del conquistador sin escrúpulos y sin códigos éticos que guíen su conducta.

Pero ¿qué ocurre en la comunicación política y en la vida social con los líderes carismáticos? La capacidad de Hitler, o en términos parecidos Lenin, de seducir a los ciudadanos en sus discursos y en sus apariciones públicas fue impresionante, tanto como los efectos que produjeron; líderes que aprovechan momentos de debilidad para seducir desde la comunicación.

No hay apenas diferencias entre el estilo de seducción de un don Juan y el de un líder político, salvo por el número de personas que seduce. De este modo, ¿es posible no dejarse arrastrar? ¿Hay manera de diferenciar a estos "encantadores de serpientes"?

Para el psicólogo Iñaki Piñuel, "los líderes carismáticos tienen un encanto que es el de los psicópatas; los más antisociales son los más capaces de anonadar a los seguidores". El problema añadido es que detrás de esa atracción podríamos encontrar razones biológicas y neurológicas, como las neuronas espejo o las distintas reacciones hormonales que provocan en sus seguidores.

¿Qué se puede ocultar entonces tras el encanto personal? Según Piñuel, "si algo caracteriza a los psicópatas es su capacidad de encanto, de embelesar para ocultar la manipulación y para aprovecharse de los demás". Lo que viene producido porque en muchas ocasiones damos una respuesta emocional y no racional a los estímulos que recibimos de una persona. Por desgracia, esto resulta muy evidente en cómo reaccionamos ante los candidatos que coinciden con nuestra visión política.

Un caso especialmente llamativo fue el del presidente de los Estados Unidos Warren G. Harding, que fue extraordinariamente popular y al que hoy nadie recuerda. Se dice de él que era un hombre muy carismático, con una voz cautivadora, y que poseía algo así como un aura de liderazgo. En realidad, fue un presidente corrupto, que desarrolló una política aislacionista y anti-inmigración, envuelto en escándalos personales y económicos, y que hoy está considerado como uno de los peores presidentes de su país.

¿Cómo podemos entonces no dejarnos engañar en un discurso político que puede atraernos desde nuestras raíces emocionales más primitivas? ¿Sólo como el niño cojo, o el sordo, o el ciego? ¿O podemos ser capaces de desarrollar en nuestras sociedades una conciencia crítica lo suficientemente racional?

Y si es posible desarrollar esa conciencia, ¿interesa a alguien? ¿Interesa al poder?

 
 
 
Featured Posts
Recent Posts
Archive
Search By Tags
bottom of page