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¿Neuromarketing, técnicas invasivas para la intimidad?

  • Pedro Luis Menéndez
  • 15 mar 2017
  • 2 Min. de lectura

El reconocido científico y escritor de ciencia-ficción Arthur C. Clarke afirmaba que "cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia".

¿Qué ocurre con el neuromarketing y su desarrollo? ¿Puede llegar a utilizar técnicas que resulten invasivas para nuestra intimidad? Y si es así, ¿esto nos acercaría a una percepción subliminal? ¿La modificación de emociones como técnica de venta tiene límites? ¿Y esos límites tienen un componente ético?

¿Deben tener unos límites éticos? ¿Quiénes deberían fijar esos límites? ¿Las mismas personas y corporaciones en cuyas manos está su uso? Porque lo cierto es que en Estados Unidos, en la encuesta anual de Gallup sobre prácticas profesionales honestas y éticas, aparecen en los últimos puestos los ejecutivos de negocios, los responsables de administraciones públicas, las agencias de publicidad, los miembros del congreso y los lobbies económicos.

Y si no son los propios profesionales, ¿quiénes pueden imponer esos límites éticos a la neuropublicidad? ¿Los ciudadanos a través de qué medios? 1984, la muy conocida y no tan leída novela de George Orwell, en la que éste hace una crítica feroz a las dictaduras comunistas, está batiendo récords de venta en la actualidad desde la victoria electoral del nuevo presidente de los Estados Unidos. ¿Paradojas de los tiempos? ¿O de los propios ciudadanos?

¿Puede la neuropublicidad disparar un 'botón de compra' en nuestro cerebro? Los críticos con la neuropublicidad muestran claramente sus dudas con respecto a las consecuencias de un aumento de la capacidad persuasiva de la publicidad sobre los consumidores.

Como plantea A. Monasterio, "Si un experto de la publicidad puede llegar a ser capaz de activar el cerebro reptiliano del consumidor, ¿no estaríamos ante la amenaza de sufrir una generalizada 'adicción comercial'? ¿Podrá la ciudadanía ser capaz de rechazar racionalmente los seductores anuncios que apelan eficazmente a sus emociones más profundas?".

Y si pensamos en otros posibles usos, ¿qué ocurriría con los partidos políticos? ¿O con los dictadores? ¿Iríamos sin remedio hacia un universo orwelliano?

 
 
 

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