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La zancadilla

  • Pedro Luis Menéndez
  • 20 sept 2015
  • 1 Min. de lectura

Si no estás en los medios, no existes. Pero si estás, tu lenguaje no verbal puede arruinar tu vida y, por esta vez, ayudar a reconstruir la de otros.

¿Cuántos miles de zancadillas habrá cada día en el mundo? Pero sólo una, la que la periodista Petra Laszlo puso al sirio Osama Abdul Mohsen y a su hijo ha dado la vuelta al mundo. No necesitó palabras para mostrar con un gesto tan habitual todo un mensaje completo, de desprecio, de superficialidad, de falta de empatía, de superioridad tal vez nacionalista.

Luego intentó arreglarlo con sus palabras. Ya era tarde. El mundo, a través de los medios de comunicación y de las redes sociales, la había condenado. Perdió su trabajo, y quizás sea procesada.

Sin embargo, el rostro de incredulidad y de dolor de Osama Abdul Mohsen le dio la oportunidad que buscaba y movió a la compasión de otras personas que, de no existir las imágenes, nunca se hubieran enterado del hecho.

Esta es la realidad de una sociedad que, para bien y para mal, cada vez se mueve más por las imágenes directas y mediáticas.

Nadie escuchó la versión de Petra Laszlo. Bastó su gesto, su zancadilla.

 
 
 
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