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La ley de Godwin y el debate político

  • Pedro Luis Menéndez
  • 7 dic 2015
  • 2 Min. de lectura

En debates y discusiones públicas y privadas se produce en algunos momentos un bucle de ideas o no se encuentran más argumentos que exponer. Los debatientes intentan, entonces, cerrar con algo lapidario, que no permita réplica.

En realidad, sería pasar de las palabras a una especie de bofetada moral, ante la que no cabría ninguna respuesta ni argumento más.

Mike Godwin planteó en 1990 un enunciado para usuarios de USENET que afirma: "A medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno".

Parece que Godwin construyó su enunciado a partir de un mensaje que publicó Richard Sexton en 1989: "Se puede deducir que una discusión en USENET caduca cuando uno de los participantes menciona a Hitler o a los nazis".

La comparación normalmente resulta tan dura y a la vez tan frívola, porque tiende a comparar algo más leve con hechos históricos gravísimos, que, a partir de ella, el debate quedaba roto.

En España no aludimos tanto a los términos "nazi" o "Hitler" directamente, pero sí utilizamos con profusión en las últimas décadas el término "fascista"; eso sí, desprovisto de carga ideológica, porque sirve para calificar a cualquier persona que se considere que me daña o daña a la sociedad.

La amplitud de su uso es enorme, y por supuesto aparece en tertulias y debates políticos de todo tipo, en conversaciones de sobremesa, cuando el personal se exalta, y en manifestaciones y concentraciones públicas casi contra cualquier cosa que se nos ocurra.

Lo cierto es que antes de Godwin, ya en 1951, el filósofo alemán Leo Strauss había formulado la "reductio ad Hitlerum" como una falacia que supone que no puede haber debate posible tras la acusación y la comparación.

Las frases lapidarias y los adjetivos que cierran el diálogo son lo que son, lapidarios, pero no siempre deberían ser los más adecuados si se persigue mantener una conversación y un debate serenos, en los que la escucha y el respeto al contrario deberían permanecer siempre por encima de cualquier consideración.

¿Recuerdas la última vez que alguien con los términos "fascismo" o "fascista" quiso cerrar un comentario o un debate sobre alguna cuestión? Pudo ser en alguna comida o cena de empresa, tan cercanas en estas fiestas navideñas. ¿O quizás fue alguno de tus cuñados en situaciones similares?

 
 
 

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