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¿No sabes -o no puedes- decir "te quiero"?


Ayer lunes 28 estuvimos hablando con Ana Fernández Mera en el Club de Prensa de La Nueva España de Gijón sobre comunicación emocional.

Hablar de emociones y de sentimientos es hablar de afectividad. Nuestro temperamento y nuestros estados de ánimo marcan nuestro estilo afectivo, el modo en que mostramos -u ocultamos- nuestros sentimientos y nuestras emociones a los demás.

No somos responsables de nuestros sentimientos, pero sí lo somos de lo que hacemos o dejamos de hacer con ellos. Y esto incluye las maneras de gestionar nuestra comunicación emocional.

Desde nuestro nacimiento hemos sido educados en unos determinados climas emocionales y no en otros. Primero en la familia, luego en la escuela, después condicionados por una sociedad que, según modas, tiempos, creencias, nos arrastra en una dirección u otra.

Si la transmisión familiar, escolar, social, es fría, sin riqueza afectiva, ese clima -que va mucho más allá de las palabras- irá "congelando" nuestra manera emocional de acercarnos a los demás. Si esa misma transmisión es airada, ese clima hará "hervir" desde el rencor o el odio nuestra relación con el mundo.

Así, la cultura en la que vivimos nos enseña a controlar -o a inhibir completamente- la expresión de algunos sentimientos y de otros no. Incluso se nos puede enseñar que sentir es peligroso y que un control emocional absoluto conduce a una buena vida, a una autonomía adulta.

Sin llegar a ese extremo, puede avergonzarnos la expresión de nuestros sentimientos, muchas veces asociada a los roles que la cultura asigna a cada sexo: "los hombres no lloran, eso es poco masculino", "una chica no actúa así, eso es poco femenino".

El peligro de estas conductas dirigidas hacia el control o la inhibición es que pueden conducirnos con los años a una incapacidad para comunicarnos emocionalmente, lo que a su vez puede llevarnos a somatizar ante esa falta de expresión. Un mal manejo del estrés producido por esta incomunicación puede producir una serie de procesos patológicos en uno de cuyo extremos se encontraría la alexitimia.

La alexitimia se define como la incapacidad de mostrar -verbalmente, pero también con la mímica y la gestualización- las emociones y, en un sentido más amplio, la incapacidad de reconocer, diferenciar y expresar los sentimientos.

La alexitimia primaria nace de estructuras neurológicas dañadas, como en el caso de la esclerosis múltiple o de algunos tumores cerebrales. Pero la llamada alexitimia secundaria -que es la que nos interesa aquí- es consecuencia de algún trauma emocional grave o de algún desorden en el aprendizaje emocional.

No enseñar -y no aprender- a gestionar las emociones conduce, cuando menos, a dificultades muy serias en la comunicación con los demás, o, en el peor de los casos, a un analfabetismo emocional que repercutirá en nuestra vida personal, familiar, laboral y social.

¿Quieres saber cómo manejas tu expresividad emocional? Tal vez pueda interesarte la consulta del Cuestionario de Expresividad de Berkeley, o la Escala de Expresividad Emocional.

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