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Insincero sinceramente

  • Pedro Luis Menéndez
  • 29 abr 2016
  • 2 Min. de lectura

¿Qué formas concretas de comunicación utilizamos los seres humanos para protegernos en situaciones sociales comprometidas, como puede ser una entrevista de trabajo?

Cuando nos enfrentamos a un "examinador" y nos vemos a nosotros mismos puestos a prueba, normalmente a través de técnicas que además no controlamos, podemos desarrollar distintas respuestas de defensa social que distorsionan completamente nuestras opiniones o actitudes reales.

J. Stoetzel sostiene que la opinión expresada verbalmente está condicionada "por las circunstancias, el medio, los testigos, [...] la decencia, el respeto a las convenciones y a la cortesía, a la opinión ajena, la preocupación por el modo en que se nos juzgue, las imágenes que les damos a los otros...".

Por eso la persona puede ser "insincera sinceramente", porque puede no sólo construir su opinión en función de la situación, sino sencillamente no saber lo que piensa sobre un tema planteado, de modo que corre el riesgo de dar cualquier respuesta para evitar la pregunta o incluso mentir para defenderse.

Los especialistas insisten en que debemos ser precavidos con las opiniones que podamos recoger ante un grupo y hablan de la "tendencia convencional" de las respuestas. Así, se denomina "efecto de prestigio" la tendencia a aproximar la opinión de uno mismo a la de un personaje célebre o universalmente respetado.

Entre la amplia clasificación de las comunicaciones defensivas que establece Alex Mucchielli, una especialmente relevante en el mundo laboral es la que realizamos según la imagen de nosotros mismos que queramos dar a otra persona.

Cuanto más inquietante sea la situación que estoy viviendo -por ejemplo, un proceso de selección- y cuanto más crea saber lo que es "bueno" para coincidir con lo que se espera de mí, más engañosa puede ser mi respuesta, intentando asegurar la "mejor" imagen de mí mismo que me conduzca al éxito.

Así, la mentira fabricada para defenderme, y el hacer que parezca lo que no soy con el fin de lograr un objetivo, pueden construir alrededor de nosotros una red de camuflaje que oculta la incomunicación auténtica que está más allá de las palabras.

Un ejemplo fácil de refrendar -porque seguro que más de uno lo habrá vivido en carne propia- es el de las organizaciones "enfermas de incomunicación", en las que los subordinados dicen siempre (tal vez cansados de complicarse la vida) lo que sus jefes quieren oír.

De modo que la neutralización de estas comunicaciones defensivas sólo es posible si reducimos la desconfianza entre los interlocutores, de modo que nadie sienta la interacción como una amenaza exterior, como un ataque a su seguridad o a su valor como persona.

 
 
 

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