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¿Quién da la vez?


Esta expresión tradicional, hoy poco a poco desplazada del uso en España por otras expresiones equivalentes, para referirse a quién es el último de una cola a la que te añades en un comercio o en un mercado, refleja perfectamente una idea imprescindible en los intercambios comunicativos.

La RAE define el sustantivo "vez" en su primera acepción como "Alternación de las cosas por turno u orden sucesivo". Y en su quinta acepción: "Lugar que a alguien le corresponde cuando varias personas han de actuar por turnos".

El sistema de turnos regula muchas actividades humanas, como las compras, los juegos o el tráfico. También aparece en cualquier situación de comunicación en la que aparecen dos o más personas: entrevistas, trabajos en grupo, debates, ceremonias y, por supuesto, conversaciones espontáneas.

Como los turnos de habla son un recurso limitado, el reparto de estos turnos entre los interlocutores se correlaciona de alguna manera con el poder de estos en un grupo o en una situación comunicativa. Así, cuanto mayor es la cantidad de turnos que detenta un interlocutor, mejor equipado estará para influenciar sobre los demás.

Pero, ¿cómo se consiguen esos turnos? En culturas como la nuestra, en la que resulta frecuente que los interlocutores se interrumpan e incluso solapen sus intervenciones, parece determinante la relación de poder: cuanta más influencia tiene un interlocutor más éxito obtendrá en sus intentos de interrupción, y cuando este interlocutor más influyente se ve interrumpido, también será más capaz de conservar la palabra.

Las consecuencias en el entorno laboral pueden ser determinantes para la buena o mala salud de un equipo de trabajo. O las reglas están claras y se cumplen, o algunos miembros menos influyentes mostrarán con más frecuencia intervenciones agresivas -para intentar compensar esa poca influencia- o aumentará su inhibición verbal (y no verbal) hasta llegar incluso a "desaparecer" en los debates del grupo.

Todo equipo debería analizar sus estrategias comunicativas y tomar decisiones sobre si los intercambios espontáneos están dejando al margen a alguien, debido a que algunos interlocutores son más influyentes o muestran más su poder. Si es así, deberían establecer pautas claras de intervención, y una regulación mayor de los turnos de palabra como una acción de mejora de la escucha entre los miembros del equipo.

Más aún si se trata de equipos integrados por personas con culturas de origen muy distintas. Para un oriental es importante respetar los espacios de los turnos de habla; hablar sin esperar a que pasen unos segundos de transición puede resultar presuntuoso o maldeducado. Sin embargo, un occidental puede interpretar esos segundos de espera como una falta de fluidez en la conversación, como "agujeros" en la comunicación.

En consecuencia, cuidemos "pedir la vez". Nuestros interlocutores nos lo agradecerán.

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