Se nos va Platón
- Pedro Luis Menéndez
- 17 mar 2015
- 2 Min. de lectura
Avanzar y profundizar en el conocimiento a través del diálogo socrático fue una de las bases de nuestra civilización. Aprender a dialogar era uno de los pasos indispensables en la formación de los jóvenes, para nuestros clásicos. Una escucha atenta, un reconocimiento de la voz del maestro, eran el principio necesario para ir adquiriendo y afianzando su propia voz.
Los jóvenes alcanzaban así, o podían llegar a hacerlo, su identidad adulta desde la reflexión y la investigación en su propio pensamiento. Madurar era escuchar primero y hablar después. Las raíces del pensamiento se fundamentaban de este modo en el conocimiento profundo de un modo de dialogar y de la identidad por él señalada.
Sócrates denominó mayéutica (obstetricia, en alusión a su madre partera) a un método cuya intención era que, a través de la dialéctica y la conversación, diésemos a luz ideas verdaderas.
Cuando Platón recogió -a su manera- las enseñanzas de su maestro y añadió las suyas propias, estaba sentando los principios de una forma de ver y entender el mundo que nos ha conducido hasta hoy. Un hoy en el que en el nuevo Bachillerato español, que comienza a implantarse en el curso 2015-2016, alguien ha decidido que la materia de Historia de la Filosofía deje de ser obligatoria en todos los itinerarios y pase a serlo sólo en alguno.
Dicho de otro modo, en el bachillerato científico se convierte en una asignatura optativa. Así, un bachiller español podrá obtener su título sin haberse acercado nunca a la historia de nuestro pensamiento.
¿Alguien da más?
Tal como señala Pascual Serrano, "Marcos Roitman reconoce que el conocimiento avanza y es acumulativo, pero duda mucho de que esos jóvenes tengan la misma capacidad de razonamiento que nuestros clásicos". En opinión de Roitman, en El mito de la juventud mejor preparada, es una aberración pensar "que tener acceso a Internet, y no todos, gozar de teléfono móvil, Twitter y participar de redes supone estar mejor formado".
Se nos va Platón. ¿Será para siempre?
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