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Hay miradas que lo dicen todo

  • Pedro Luis Menéndez
  • 24 mar 2015
  • 2 Min. de lectura

No sé si los ojos son el espejo del alma, pero sí sé con qué frecuencia preferimos ocultar ese espejo. El uso sistemático de gafas de sol no para lo que fueron inventadas, protegernos de los rayos solares, sino para ocultar la mirada es algo que cualquiera de nosotros podemos observar constantemente a nuestro alrededor. ¡Tal vez nosotros mismos lo hagamos con frecuencia!

En lugares cerrados, en días nublados y lluviosos, en puertos y aeropuertos, y en lugares más o menos públicos, es común encontrarnos personas que nunca quitan sus gafas de sol. De niño tuve un maestro que llevaba siempre -también durante la clase- gafas con cristales oscuros. Nunca vi sus ojos.

Seguro que muchas veces has sentido lo incómodo que resulta hablar con alguien que lleva puestas sus gafas de sol. De hecho, hay muchas personas que por educación las quitan al iniciar una conversación.

La razón es clara: la mirada es un poderoso instrumento de comunicación no verbal; para algunos especialistas, el más poderoso de todos.

En nuestras comunicaciones la mirada es emisor y receptor a la vez, y esa es su fuerza. Con la mirada confirmamos o desmentimos lo que nuestra voz o el resto de nuestro cuerpo está afirmando. Por eso es también común que las utilicen los jugadores de póker en los torneos en que se lo permiten.

Los tipos de mirada dependen mucho de condicionantes culturales: sostener la mirada con demasiada insistencia puede ser entendido incluso como una agresión. Así, es frecuente en riñas y peleas adolescentes encontrar justificaciones como "le pegué porque me estaba mirando", o "estaba mirando a mi novia".

Hay profesionales que entrenan especialmente su mirada; por ejemplo, los miembros de las fuerzas de seguridad, a veces los políticos, y siempre los líderes. Utilizan la mirada para dar fuerza a sus palabras, o aún más a sus silencios.

Pero, sin duda, si hay una mirada especialmente inquietante sea la de la Mona Lisa. Aleix Martínez, experto en ciencias cognitivas, declaraba en El País:

“La Mona Lisa está expresando una emoción feliz en la zona de la boca, pero no con los ojos; una sonrisa naturalista —o una sonrisa de Duchenne, como la llaman los científicos cognitivos en referencia al estudioso del siglo XIX— implica la contracción de un grupo de músculos que arruga la comisura de los ojos, como al entrecerrarlos; también hay que decir que la expresión de la Mona Lisa es muy asimétrica. La mitad derecha de la imagen (la mitad izquierda de ella) está claramente feliz, no así la mitad izquierda (la derecha de ella)”.

Y tú, ¿trabajas con la mirada en tu comunicación oral?

 
 
 

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