¿Mantienes las distancias? Del beso a la bofetada.
- Pedro Luis Menéndez
- 30 mar 2015
- 2 Min. de lectura
Todos conocemos personas -tal vez nosotros mismos estemos entre esas personas- que se acercan o se alejan demasiado en la interacción social y nos hacen sentir incómodos. ¿Cuál es la distancia corporal justa?
¿Qué mecanismo atávico de protección y de defensa hace que sintamos invadido nuestro territorio cuando los condicionantes físicos -por ejemplo, en un transporte público- provocan una descarga de adrenalina con la que no siempre sabemos negociar?
La parte más primitiva de nuestro cerebro nos empuja del mismo modo hacia el deseo y hacia la agresión. Es la misma respuesta -ambas acciones buscan el contacto físico- pero condicionada por las emociones que la acompañan.
Fue Edward Hall, desde la antropología, uno de los primeros en interesarse por el uso que las personas de culturas diferentes hacen de su espacio privado. Hall estableció zonas o distancias de interacción pensando en los norteamericanos, pero estas distancias parecen seguir reglas variables relacionadas con la situación, el ambiente y la cultura. Por ejemplo, los países árabes y los latinos interactúan con mayor proximidad física que los nórdicos.
También encontramos un mayor acercamiento cuando las personas pertenecen a un grupo de pares, o tienen edades parecidas, o son de la misma raza o estatus.
Este es un inconveniente clásico del estudiante de idiomas que visita por primera vez un país de referencia. Puede tener un conocimiento lingüístico alto pero no sabe cómo moverse, cómo saludar, cómo actuar dentro de los nuevos grupos -ajenos a él- que se encuentra: familia, compañeros, etc.
Así, una dificultad evidente en nuestro mundo contemporáneo aparece en las sociedades multiculturales. ¿Cómo negocian las personas que proceden de culturas en las que las distancias personales se interpretan de modos muy distintos? ¿Se impone la ley del más fuerte? ¿O de la cultura dominante?
¿Y cómo negociamos las distancias en la comunicación virtual? Cuando WhatsApp decidió marcar los mensajes leídos en azul, muchos usuarios se sintieron agredidos en su intimidad, porque mostraba una acción que no siempre querían mostrar.
¿Daña algo de nosotros mismos esa puerta abierta a nuestra intimidad en las redes sociales?
En ocasiones, ¿podemos estar sintiendo al mismo tiempo el beso y la bofetada?
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