¿Deben morir las clases magistrales?
- Pedro Luis Menéndez
- 12 sept 2015
- 2 Min. de lectura

Si tu respuesta es afirmativa, es posible que no tengas claro lo que es una auténtica clase magistral y la confundas (seguro que por tu propia experiencia) con una exposición aburrida de datos.
Tal vez no haya un término más denostado en nuestros días en el mundo educativo que el de "clase magistral", de modo que cualquier docente con deseos naturales y positivos de innovación puede afirmar taxativamente que no imparte -ni lo hará nunca- una clase magistral.
Pues bien, por mi parte, no sólo defiendo su uso, sino que afirmo también con rotundidad su necesidad en las aulas. Eso sí, teniendo muy claro el auténtico significado del término.
¿Cuáles son los errores más comunes a la hora de su valoración?:
1. Nuestra experiencia como alumnos de clases aburridas (que suele ser amplia).
2. Confundir el tiempo total de una clase con el tiempo de una exposición.
3. Pensar que sólo aporta datos (y los datos se encuentran en cualquier momento en Internet).
Sin embargo, frente a esto, las claves esenciales de una auténtica clase magistral se apoyan en dos elementos:
1. Que el docente sea un experto en el tema. Y, en consecuencia, como conocedor del camino, es capaz de iluminar mi búsqueda como alumno.
2. Que el conocimiento es inabordable si no tenemos guías. Y esa función de guía -alguien que me enseña los atajos- es básica en una buena clase magistral.
¿Qué otra cosa son las conferencias TED y las TEDx más que clases magistrales?
Por lo tanto, cuando hablamos de la desaparición de las clases magistrales, estamos hablando de un cambio en la técnica de su construcción y de su impartición. Así, el problema no está en el concepto de clase magistral, sino en cómo hemos identificado el término con clases aburridas.
¿Y cuáles son las técnicas para el desarrollo de una auténtica clase magistral, digna de ese nombre? Eso lo dejamos para otro post.
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