Escribo como hablo
- Pedro Luis Menéndez
- 21 nov 2015
- 2 Min. de lectura

Cuando el humanista conquense Juan de Valdés escribía en su Diálogo de la lengua (hacia 1535): "El estilo que tengo me es natural y sin afectación ninguna. Escribo como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígolo cuanto más llanamente me es posible, porque, a mi parecer, en ninguna lengua está bien la afectación", con seguridad que no estaba pensando en las redes sociales de nuestro mundo actual.
Porque ¿hablamos o escribimos en las redes sociales? La respuesta parece tan obvia que podría convertir la pregunta en un sinsentido. Pero, ¿realmente es tan obvia?
Deberíamos distinguir entre redes sociales "de gatillo fácil" y otras más reflexivas, sobre todo cuando se apoyan en una página de autor, sea un blog, una columna, o medios similares.
En las redes "de gatillo fácil" las características lingüísticas de los usuarios se acercan mucho más a la lengua oral que a la escrita, fruto de una expresión casi instantánea, en la que el texto se construye sobre la marcha, en el mismo momento en que se escribe.
Por esta razón, como se trata de un discurso poco elaborado, son frecuentes las repeticiones, las interrupciones, las divagaciones, y desde un punto de vista técnico, en muchas ocasiones, la falta de coherencia textual.
Así, encontramos habitualmente frases hechas y palabras comodín, muletillas lingüísticas y frases sin terminar. De tal modo que, al igual que ocurre en la lengua oral, las incorrecciones de todo tipo son mucho más frecuentes.
Como resulta difícil mostrar el tono y la intensidad, hemos tenido que inventar los emoticonos para intentar reflejar la voz y el lenguaje gestual. Por eso abundan tanto también los signos de interrogación y exclamación.
Y con todo, cualquiera de nosotros ha sufrido la experiencia de los equívocos, las malas interpretaciones entre amigos, familia y todo nuestro círculo social. Equívocos a veces ampliados por los medios cuando se trata de personajes famosos del mundo de la política, del deporte, etc.
Equívocos que en ocasiones no son tales, sino textos realmente cargados de mala intención. Pero ¿quién se atreve a determinar la intención? No resulta fácil dirimir entre un exabrupto o un panfleto.
En definitiva, se trata de formas expresivas muy dinámicas, como lo es la lengua oral. Eso sí, en todas ellas aparece un rasgo exclusivo de la lengua escrita; y no sólo aparece, sino que su presencia es apabullante: las faltas de ortografía. De hecho, han invadido la red.
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