¿Lentitud o rapidez? Tu ritmo de habla
- Pedro Luis Menéndez
- 6 jun 2016
- 2 Min. de lectura

¿Cómo valoras el atractivo social de una persona en relación con su modo de hablar? ¿Cómo influye la velocidad del habla en nuestra credibilidad ante los demás?
No hay una respuesta única porque influye mucho la situación en la que nos encontremos. Pero, en general, una velocidad alta transmite competencia comunicativa, porque se asocia con velocidad de pensamiento, agilidad mental, seguridad en uno mismo y en lo que se comunica.
Mientras que el uso de demasiadas pausas, las dudas frecuentes o incluso el exceso de frases de cortesía con nuestra audiencia, da sensación de baja competencia comunicativa, porque se asocia con ideas confusas, inseguridad, pocos conocimientos sobre el tema que se trate. Esta imagen de inseguridad se ve reforzada si utilizamos un vocabulario pobre y reiterativo.
Sin embargo, todo esto es muy relativo según la situación comunicativa y el contexto en que nos encontremos. Por ejemplo, ante una audiencia escolar no familiarizada con un tema concreto, el uso de una velocidad rápida y mucho vocabulario técnico, supondrá con seguridad una evaluación negativa por parte de esta audiencia.
A lo largo de mi trayectoria profesional, he asistido con frecuencia a conferencias o presentaciones realizadas por docentes universitarios ante alumnado de enseñanzas medias: dos mundos tan distintos que no se comunican con facilidad.
En esta situación, una excesiva velocidad del ponente y un excesivo vocabulario técnico tal vez podría suponer hace años una apreciación en la que tuviera más poder el prestigio del docente que la propia exposición: "no entendí nada, pero debe saber mucho". En la actualidad, prácticamente sin excepciones, esos mismos alumnos afirmarán que la ponencia fue "un rollo infumable". Está claro que lo que ha ocurrido aquí es que el experto no ha sido capaz de situarse en el nivel de habla de su audiencia.
Pero también es muy evidente que la misma conferencia, a la misma velocidad y con el mismo vocabulario, pronunciada en un curso de posgrado o ante colegas profesionales, recibirá una valoración positiva.
A todo esto podemos añadir como otro factor de evaluación que también influye nuestra percepción de determinados estereotipos sociales, como las creencias a propósito de cómo deben hablar las personas que pertenecen a una profesión concreta, o a un grupo social del que se espera un comportamiento comunicativo también concreto.
Estos estereotipos pueden llegar a limitarnos a nosotros mismos. Lo que creo que se espera de mí por mi trabajo o por mi situación social puede influir en mí mismo. De modo que una buena receta sobre nuestro ritmo personal de habla debería combinar tres elementos clave: apartarse de estereotipos, ser nosotros mismos en cualquier situación, y tener en cuenta siempre a la audiencia.
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